CINE SIN EXCUSAS

Estampas, 7 de abril de 1996, No. 2.218


Después de adaptar una obra de Isabel Allende, esta caraqueña se aventura con una nueva versión fílmica de la Bárbara de Gallegos.  Considera que el cienasta debe trabajar por y para el público, y asegura que las películas basadas en valores se imponen por encima de la violencia.  No cree en jurados ni premios, pero sí en críticas.

                          ~ Andrés Correa Guatarasma

Betty Kaplan abre completamente sus ojos azules, mientras su serenidad contrasta con el estereotipo del cineasta histérico y malhumorado.  Muy perfumada, con paciencia trata de cuadrar su agenda y su tiempo en Venezuela para atender los compromisos legales, artísticos, personales, y de pre-producción de su nuevo proyecto cinematográfico.

En Caracas, se siente a sus anchas, ciudad donde lo único que le faltó fue nacer, pues llegó a los cinco años de edad.  Su educación, sus primeros sueños y hasta las cartas de la suerte de su vida tuvieron este escenario de trasfondo.

Ahora, toda una mujer “hecha y derecha”, vuelve al país con la excusa de filmar Doña Bárbara, haciendo su propia versión del original de Gallegos.

-¿Cuál es la novedad de esta adaptación cinematográfica?

-Yo vi la versión protagonizada por María Félix, y allí el punto de vista era el de Doña Bárbara.  En mi guión, el punto de vista que predomina es el de Santos Luzardo.  Además eliminé estereotipos como el del personaje de Mr. Danger.  En este momento saborea el placer por el éxito de su última película, recientemente estrenada en nuestro país:  De Amor y Sombras, basada en el libro de Isabel Allende, por cierto otra de las extranjeras “adoptadas” por Venezuela.

Este film, aclamado en los Festivales de São Paulo, Tokio y La Habana, será lanzado por todo lo alto a nivel mundial, con especial énfasis en el mercado anglosajón, que tradicionalmente se ha mostrado renuente a las producciones extranjeras, sobre todo latinas.  Sin embargo, el reciente éxito de Como Agua para Chocolate y Fresa y Chocolate, ha encendido de nuevo la luz al final del túnel.

-La calidad del cine latinoamericano siempre existió, pero no había sido tomada en cuenta.  Creo que de tanto insistir por fin nos abrieron la puerta, y los estudios cinematográficos apenas están descubriendo el poder del mercado hispano en Estados Unidos.

Las expectativas de Betty Kaplan son grandes, sobre todo tomando en cuenta que su última película está protagonizada por Antonio Banderas, quien vive en estos momentos la gloria en Hollywood, y es foco de atención de la prensa y el star system.

-Cuando yo vi a Antonio en el film La Ley del Deseo, conocí su fuerza y supe que era ideal para el personaje Francisco del libro de Isabel Allende.  Además el joven era hijo de españoles, y Banderas resultaba perfecto.  La química que logramos en el elenco no tenía precedentes.  Filmamos hace tres años, cuando no había comenzado el boom de Antonio en Hollywood, y ahora que estrenamos la distribuidora está feliz por su popularidad.  Se trata de un film hecho con el alma, y en el cual invertí absolutamente todo lo que tenía.

Una angustia eterna

A fines de año comenzará la filmación de Doña Bárbara, una vez que termine la temporade de lluvia en los confines del estado Apure.  Mientras tanto, Betty Kaplan trabajará en sesiones de voz y dicción para “universalizar” el acento de los protagonistas definitivos:  la española Angela Molina (Ese Oscuro Objeto del Deseo de Buñuel, “Las Cosas del Querer") y el cubano Jorge Perugorría (Fresa y Chocolate).

Como todo aquel que estudia en Venezuela la primera vinculación de Betty Kaplan con la obra de Gallegos fue por imposición académica.  Abrió el libro y ese dejó fascinar.

Ahora, cuando se planteó hacer una nueva versión cinematográfica de la historia, uno de los grandes problemas fue la selección del elenco.

-Siempre me imaginé a una Doña Bárbara con una mirada muy fuerte y profunda, y me costó mucho encontrar a la actriz.  En principio quise trabajar con una norteamericana mulata, pero ella no quería cobrar menos de tres millones de dólares, y eso era imposible para mí.  Me quedé esperando, hasta que encontré a Angela Molina, que tiene la fuerza que necesia la esencia de este personaje.

La película se rodará en español, y para su comercialización se utilizará el sistema de subtítulos, pues Kaplan es enemiga del doblaje.

-Es tan cierto que este proyecto es la gran excusa para mi regreso a Venezuela, que al viajar a Apure a conocer las locaciones, me detenía en los kioskos de la carretera y le decía al Director de Arte que debía comer panqué y tomar colita, porque esos eran los sabores de mi pasado.

Su familia llegó a Venezuela procedente de Estados Unidos.  El padre, ingeniero, quedó tan fascinado por el país que se nacionalizó y vivió aquí hasta sus últimos días.  La madre, bailarina, encaminó los pasos de Betty hacia ese arte, de la mano de Nina Novak, del Ballet Ruso de Montecarlo.  Gracias a esa habilidad, de pequeña Betty se presentaba contantemente en el Teatro Municipal y los estudios de la Televisora Nacional.

-Era una disciplina fuerte, pero nos las arreglábamos para jugar escondite tras bastidores.  Incluso llegamos a hacer giras por otros países de América.  Todo iba bien hasta que un día propuse que además de lo clásico, también bailáramos música de los Beatles.  Pensaron que estaba loca; me sentí frustrada y me salí del ballet.

De niña vivió entre Las Mercedes, Altamira y La Floresta.  Recuerda que hace unos años se apenó al saber que la casa de su primera infancia fue transformada en una salón de belleza.

-De todo ese tiempo guardo miles de recuerdos.  Por eso cuando me preguntan qué soy digo que soy venezolana, incluso por nacimiento, según la ley.  Aunque mi cabello rubio y mis ojos azules puedan decir lo contrario.

Después de salirse del ballet, Betty Kaplan quiso ser actriz y se fue a estudiar al New York Center for Stanislavsky Theater Art, de donde pronto regresó frustrada.

-La experiencia de los castings fue traumática.  En realidad fue un choque cultural para mí, que estaba acostumbrada al mundo protegido de la Caracas de mi época, y de golpe llegaba a Nueva York y me encontraba en medio de una selva de productores y directores.

Salió corriendo, regresó y sin darse cuenta ya estaba inscrita para estudiar Comunicación Social en la UCAB, donde terminaría de enrumbar su vocación.

Alternó los estudios con la prensa escrita, trabajando en la mañana en las revistas Páginas y Elite, y yendo a la Universidad de noche.  En esa época, siendo testigo de la demolición de unas casas en La Pastora, una idea comenzó a hervir en su cabeza:  hacer un cortometraje y presentarlo como tesis.

-El punto de partida fue un poema que escribí porque me dolió mucho que tumbaran esas casas.  Después se me ocurrió llevarlo a imágenes.  Fue una lucha hacer el proyecto y además que lo aceptaran como trabajo de tesis.  Me tocó hablar con muchos profesores y académicos, hasta que me lo aceptaron.  Escribé un guión loco, con todas las imperfecciones de alguien como yo que nunca había escrito para cine.  Quería transmitir el contraste y la transición que estábamos viviendo entre la Caracas clásica y la moderna, además de toda la influencia que llegaba del exterior.  La última escena era un hombre desnudo que salía corriendo, y nos dijeron que nos iban a meter presos.  Entonces me fui a la Gobernación y le dije a Diego Arria que me firmara un papel donde dijera que podíamos filmar un hombre desnudo en la calle.

Y así, superando obsáculos, se hizo realidad el cortometraje Compadre, qué está pasando?  Luego con Román Chalboud en La Quema de Judas, donde comenzó como asistente del asistente de cámara.  Desde entonces Betty Kaplan supo que hacer cine no es nada fácil.

-La historia no ha cambiado:  antes y ahora la vida del cineasta independiente es una angustia que transcurre entre pedir permisos y pedir prestado.

Particularmente el financiamiento me angustia, es un infierno.  Todavía no he ganado dinero haciendo cine, aunque creo que con esta última película sí podré lograrlo.  De todas maneras, cuando haces cine independiente debes esperar por lo menos un año para recoger el fruto de tu trabajo.  Por eso los festivales son una inversión al futuro.

Para y por el público

Además de la aprobación de Isabel Allende, la crítica ha recibido muy bien a De amor y sombras en los países donde se ha estrenado.

-Estuvimos a punto de ganar el Festival de Tokio porque la película le gustó mucho a los asiáticos.  Sin embargo, la parte americana del jurado nos tumbó, por motivos ajenos al film.  Por eso digo que los premios suelen ser muy políticos:  entra en juego la negociación y el caer bien o mal.  El aplauso del público es más lindo, porque nadie te lo puede negar.

-La crítica también se negocia...

-Yo la respeto porque el trabajo del crítico es criticar. El cine es una obra de arte, y lo que se presenta en la pantalla no admite escusas.  No puedes pedir consideraciones diciendo que te costó mucho trabajo filmar, porque eso sería como que una bailarina pida disculpas porque tiene gripe y no puede saltar.  El show debe continuar, pues a nadie le interesa el drama y la tragedia de los realizadores.  Cuando me invitan a una premiere soy diplomática, pero después doy mi opinión tranquilamente.

En Chile, escenario de la historia, hubo mucha expectativa, e incluso ciertos sectores se inclinaron por el veto y la polémica, pero al final el trabajo de la Kaplan salió airoso.

¿A quién va dirigido su cine?

-Al público.  Cuando escribo y filmo pienso si lo que estoy haciendo va a ser sentido y entendido por el público, pues para eso es el cine.  Desde el nivel intelectual, hasta el nivel de los sentimientos básicos, el público debe entenderlo todo.  Lo comercial y lo artístico pueden ir de la mano cuando la gente ve una película y sale sintiendo, eperanzado o con una escena dándole vueltas en la cabeza.  De allí el éxito de películas como Babe, El artero, Mi Querido Presidente o El Opus de Mr. Holland, donde hay valores, sentido de lucha, tradiciones, moralidad, por encima de la violencia.  Quizás sea por mi educación jesuíta, pero estoy convencida de que los comunicadores tenemos una responsabilidad hacia el público, y por eso lo respeto tanto.

En este sentido, asegura que la cultura literaria del público latinoamericano le permite entender más rápido una película, y llenar por sí mismo los elipsis.

-Por su parte, al público de Estados Unidos debes explicárselo todo facilito.  Para ellos la historia de Doña Bárbara es un western tropical.

Su interés por la opinión del público es tan serio que suele realizar investigaciones de mercado a través de encuestas y cuestionarios.

-La última vez terminé leyendo unas cuatrocientas opiniones anónimas sobre mi película.

Son muchos los proyectos que fluyen en la creatividad de Betty Kaplan.

-Lo mejor es cocinar varios platos a la vez.  Antes solía concentrarme en una sola cosa, pero viviendo en Los Angeles he aprendido a ser esquizofrénica.  Lamentablemente, no podemos dedicarnos a un sólo proyecto, pues si sale mal todo se viene abajo.  Después del estreno de Doña Bárbara, previsto para 1997, espera llevar a imagen sui guión Watermelons (Patillas), basado en la historia de amor entre Frida Kahlo y Diego Rivera.  También le gustaría filmar Eva Luna, el libro que la Allende ecribió durante su exilio en Caracas.

-Ese es un libro muy difícil de adaptar.  Pero primero tendríamos que resolver un problema con los derechos de autor.  En ese sentido hay una traición precedente, y eso es algo que no perdono.

-¿Edad?

-Más de lo que se imaginan y menos de lo que piensan.

-¿Qué es lo más parecido a hacer cine?

-Hacer el amor.

-¿Realizada?

-Profesionalmente no.  En lo personal estoy muy feliz  y bien acompañada.  Es dificil que los demás entiendad mi obsesión por el trabajo.  En una época sentí la oportunidad de tener hijos, pero después entendí que hay muchas formas de ser madre:  disfruto con mis sobrinos y ayudo mucho a los jóvenes que están comenzando.


Back